DATOS PERSONALES
Nombre y Apellido:
Guillermo Sebastián Altayrac.
Domicilio: Itinerante.
Desde que me separé de la mujer con quien convivía, estoy boyando entre la casa
de mi vieja, la de mi hermana y la de un amigo. Igualmente, no suelo dar mi
domicilio a mis empleadores porque no me gusta que después me anden rompiendo
las pelotas. Mientras menos se sepa de mí —cómo ubicarme, sobre todo—
mejor. ¿Para qué quieren saber dónde vivo si nos vamos a ver todos los días? En
caso de que me contraten, claro. Si tienen algo para decirme, me lo dicen
cuando nos vemos y listo, Voy a estar viviendo con ustedes, prácticamente. La
franja más jugosa de mi día, al menos. Las horas en las que me encuentro más
lúcido y con más energía. A mí casa llegaré hecho un despojo. A duras penas me
quedarán tiempo y fuerzas para cocinarme la cena, bañarme, tender la cama… Así
que podríamos decir que viviré con
ustedes, si con vida nos referimos a vitalidad.
Teléfono: Casi que diría
«ídem lo anterior», pero les
daré este dato porque necesito el trabajo y, para eso, al menos una vez tendrán
que comunicarse conmigo. Pero conste que, después de eso, no volveré a atender
sus llamadas. Es una bendición que estos aparatitos le avisen a uno quién está
intentando contactarlo.
DNI: ¿Qué so, policía
vo?
Nacionalidad: Soy
anarquista. Reniego contra la división del territorio en naciones. Soy
habitante del mundo. Punto. Y a su pregunta le siento cierto tufillo xenófobo.
¿Me equivoco?
Qué hace un anarquista
buscando empleo, se preguntarán seguramente. Yo soy anarquista; pero ni
ustedes, ni el panadero, ni el carnicero ni el tipo que me alquila el
departamento lo son. Con el anarquismo no se come —al menos, no si solamente uno es
el anarquista—. Con la democracia sí. Eso decía un señor de bigote que aparecía
en la tele cuando yo era chiquito.
Fecha de Nacimiento: ¿Para
qué la quieren? ¿Me van a hacer una carta natal? Les ahorro el trabajo: soy de
Virgo, ascendente en Géminis. Se supone que los virginianos somos serviciales.
Pero no se fíen, tengo a Urano en la casa seis: no me gustan los jefes.
Edad: ¿Por qué me
preguntan esto? ¿Acaso no pueden calcularla con la fecha de mi nacimiento?
Empezamos mal. ¿Cómo van a liquidarme el sueldo si no son capaces de hacer una
operación tan simple?
O.K., tengo treinta y
seis años.
¿Les parezco viejo?
Prueben esta carne, aún
se deja comer.
Estado civil: Soltero.
Quédense tranquilos, puedo casarme con ustedes. Sospecho cuál será el rol que
desempeñaré en nuestra relación. ¿Pasivo es que le dicen? Lo he leído en las
puertas de algunos baños públicos.
ESTUDIOS CURSADOS
Primarios:
En un colegio que, si bien era del estado, tenía cierta categoría. Con decirles
que algunas figuras de la farándula de aquel entonces mandaban a sus hijos ahí…
A partir de la época de Menem, comenzó a decaer; pero eso fue después de mi
paso por el lugar. La poca popularidad que le quedaba la perdió hace unos años,
cuando un maestro de música se empernó a un pibe, según me contó un conocido.
Secundarios:
También en un colegio del estado. Este no era tan bueno como el anterior, pero
tampoco era de lo peor. He sabido de lugares más violentos. Acá, en segundo
año, mis compañeros arrojaron a un pibe a través del vidrio de una ventana, por
ejemplo; pero nuestra aula estaba en planta baja.
Era un
colegio comercial. Siempre detesté la contabilidad, la economía y toda esa
mierda —medio
que en aquel entonces ya era anarquista—; pero a mi vieja se le había ocurrido
que el título de perito mercantil tenía más chapa que el de bachiller a la hora
de buscar trabajo. Una idea bastante errada, creo yo. Si bien logré recibirme,
apenas egresado vomité todo el conocimiento que había adquirido y a los dos
meses ya no recordaba absolutamente nada. Una bendición, no hay que guardar en
la cabeza información que no nos servirá de nada. ¿Para qué mierda quiero saber
cómo se hace un libro diario? Nada más lejos de mí que un contador.
Uh… Ustedes no son un estudio
contable, ¿no?
EXPERIENCIA LABORAL
1998–2002
Aventino Ruedas S.H.
Rubro: Comercio mayorista y minorista de llantas y
cubiertas de automotor.
Mi
primera experiencia laboral.
En la
puta vida me interesaron los autos. No habría caído en este rubro de no ser
porque el dueño del comercio era mi tío y yo necesitaba mucho el dinero. Al
momento de ingresar en la empresa, no sabía diferenciar un auto de otro. Sí un
auto de una motocicleta, o de un camión, haciendo algo de esfuerzo. Cuatro años
después, cuando la empresa quebró con la crisis del 2001/2002, lograba distinguir
los autos mirando las llantas que llevaban puestas y odiaba a todos los
automovilistas.
Mi tío
era un hijo de puta que aprovechaba nuestro parentesco para cagarme en todo lo
que podía —horarios,
dinero, etc.—. Al cierre de la empresa, me quedó debiendo una suma que sólo se
dignó a pagarme cuando lo intimé con una carta documento en la que imité el
lenguaje formal y la terminología técnica de los abogados. Me vi obligado a
hacer esto porque —por esas cosas injustas de este sistema— la deuda había prescripto
y ningún abogado se hacía cargo de mi asunto. Esto es injusto, digo, porque, a
mi manera de ver las cosas, lo que el otro me debe me lo debe hasta que me lo
paga. No hasta que se le ocurre a la ley esa de mierda tan arbitraria que los
apaña a ustedes, oligarcas hijos de puta, la concha de sus putísimas madres.
Por suerte, el pelotudo de mi tío estaba mal informado y mi estrategia surtió
efecto.
No jodan conmigo, se los
advierto. Soy una persona con muchos recursos intelectuales y gran capacidad de
rencor.
Las tareas que desempeñaba en la
empresa eran todas las que a la basura de mi empleador se le ocurría que yo
podía hacer por el mismo sueldo mísero. Esto iba desde ser su secretaria —y un
poco más su prostituta personal— hasta oficiar de gomero —si hubiesen visto
cómo me quedaba la minifalda con las rodillas manchadas de grasa—, pasando por
tareas varias como control de stock, atención al público, preparación de
pedidos mayoristas, carga y descarga de mercadería, etc.
Lo único que me dejaron los cuatro
años que malgasté en este empleo, fue una fobia marcada a la atención a público,
rayana con el odio, y una gran aversión al trabajo de oficina.
2003–2011
Paseo de perros
Debido a esa fobia de la
que hablo y a la mala experiencia que tuve trabajando en relación de
dependencia, luego de haber repartido currículums en varias consultoras sin
recibir respuestas, sentí que eso era una señal y decidí dedicarme al paseo de
perros. Me resulta más grato tratar con animales que con personas y prefiero
trabajar solo, que no haya nadie sobre mí —supongo que no tengo que repetir
que soy anarquista y tengo a Urano en la casa seis—.
Si vuelvo con el caballo cansado, como quien dice,
y por la presente les solicito me tengan en cuenta para futuras búsquedas de
personal, es porque me he separado de mi pareja —como ya he mencionado— y la
casa en que vivía era de ella.
Me urge también obtener el empleo porque tengo que
pagar los antidepresivos y ansiolíticos que me prescribió el psiquiatra para
elaborar el duelo de la ruptura. Pero apenas me sienta mejor, haré todo lo
posible por irme.
Desde ya, muchas gracias.